lunes, 1 de agosto de 2011

La eternidad empieza en lunes… Lichi ha muerto

Cd. Victoria, Tam.- Eliseo Alberto de Diego García Marruz  tenía que morir en domingo. Un día de descanso y de algarabía familiar, cuando la mayoría de las personas se van a la Alameda, a rezar a la iglesia aunque no quieran hacerlo.

De hecho Lichi no debió morir nunca, le quedaba mucho por escribir y regalarnos; su amor por Cuba, su desesperanza por la terca manera de gobernar en la isla y su enorme melancolía por su casa familiar.

Aunque a decir verdad, Lichi fue afortunado, pues para él la eternidad sí empezó en lunes. Quienes lo conocimos hoy le lloramos, pues aun queda su voz en nuestra memoria, sus letras y su inmenso amor por la vida, por Cuba, por las mujeres y hombres nacidos en su familia.

Eliseo Alberto decidió vivir en México exiliado. Decía que a él lo veían mal los cubanos de Miami y los cubanos de Cuba, pero nadie, nadie, amaba más a Cuba como él. Y fuimos testigos de qué así fue.

En el último festival de las letras de Tamaulipas en el Golfo, Tampico 2006, lo vi bajar del elevador con paso cansino, apesadumbrado. Vestía una camisa desfajada en color negro. Me dio un abrazo y se soltó a llorar para decirme al oído:

-Vengo llegando de Cuba de sepultar a mi madre. Acompáñame María a comer una sopa caliente. No quiero saber nada de éstos hijos de puta.

En silencio nos dirigimos al comedor del hotel donde el ITCA hospedó a los escritores. Y ahí bebió la sopa caliente entre su llanto y su sonrisa franca alzaba la cara para balbucear apenas:

-Me traeré pronto a mi hermana a México, ya solo me queda ella y mi hija que vive conmigo.

Y seguía llorando. En ese momento nada que dijera o hiciera, podía consolarlo.

Alguna vez  aceptó que lo entrevistará pero con una condición, alzaba su ceja y veía por encima de sus anteojos, fumando y sonriendo de manera pícara:

-Te doy la entrevista siempre y cuando los dos estemos desnudos, pues todas las entrevistas han sido estado la reportera y yo vestidos y eso es muy incomodo.

Nos reímos de su ocurrencia pero jamás se dio la entrevista. Aunque a mí no me hubiese importado desnudarme para entrevistar a uno de los más grandes escritores universales que ha dado la Cuba contemporánea.

En ese festival de las letras,  Eliseo Alberto leyó con su potente y cadenciosa voz, un hermoso fragmento de la novela “Esther en alguna parte o  El romance de Lino y Larry Po”:

(…)  “Te quiero tanto Maruja, que me gusta hasta verte envejecer. Sin embargo esa tarde de 1978  al celebrar un cuarto de siglo juntos en la casa de siempre, ella le dijo que por fin la relación comenzaba a tener sentido. Dale que dale con lo mismo, lo conseguí. Hoy me siento un anciano”

“Lino y Maruja visitaban la peña del Café Buenos Aires al menos un domingo al mes. El tugurio era una cueva que olía a panetela, decorado con una guirnalda de focos rojos, tapices de leones nigerianos y repisas donde se alineaban copas azules y verdes de grueso cristal, según el gusto de la esbelta Rosa Rosales, su propietaria.”
 “Maruja había descubierto el sitio a mediados de los años cincuenta, por recomendación de unas amigas, y allí celebraron el segundo aniversario de boda. Por ese entonces, Lino presumía una criolla aunque antigua elegancia: zapatos de charol, polainas, pantalón de filo, saco cruzado y una boina gallega, preferiblemente clara. Desde su inauguración, a la fecha, el café tuvo un inquietante aire de clandestinidad y una fanaticada tan leal que llevaba su propia bebida bajo el brazo, porque la verdadera razón del café era pasarla bien, sin ánimo de lucro”

“…Todo volvió a suceder a la distancia de cuarenta y cuatro años, en el espejo de aquel charco que la lluvia había represado al pie de su ventana. Lino re volvió la superficie con la camisa azul, la enfangada, y esperó a que se aquietasen los círculos del falso oleaje. Al reaparecer el reflejo de su rostro en el cristal del agua, supo que tampoco en esta ocasión el recuento de sus pecados le anunciaba la proximidad de la muerte porque el charco le devolvió con claridad la estridente imagen de su cara. “Debo ir por el periódico”, dijo. De golpe, se le quitó el hipo. De golpe o de milagro.”
Eliseo Alberto aún no se reponía de la muerte de su adorado hermano Constante “Rapi” Diego, y no creo que los organizadores del festival de las letras de Tamaulipas hayan reparado en el gran dolor que te invadía.
Lichi nació en  Arrollo Naranjo, Cuba, en septiembre de 1951, periodista, novelista, guionista, poeta, apasionado del ajedrez, del vino, del tabaco y las mujeres, pero sobre todo de su isla: Cuba, a la que nunca dejó de extrañar.
Hoy las letras  y el mundo entero perdemos un ser humano fantástico, hermoso, nos queda seguir leyéndolo y conservarlo en la memoria  y en el corazón.
Descansa en Paz Eliseo Alberto.


No hay comentarios:

Publicar un comentario